miércoles, 16 de abril de 2014

Iñaki, el pintor constructivista



Son muchas las cosas que en su vida Iñaki ha dejado escapar. Aquella gatita que le acompañaba en sus noches bajo un puente del Sena en París, o en la Iglesia de San Martín en Tours (Francia); su familia –su mujer y su hija-; sus amistades; muchas de sus obras, abandonadas por miles de lugares de Europa; pero ya no quiere perder más cosas, y algo que guarda con celo es su “don” con el que pretende seguir alegrando las calles de las ciudades por las que pasa. “Me enriquece el contacto con la gente. Mis obras son para el disfrute de todo el mundo”, dice.

Sus padres pronto descubrieron que su pasión por el arte y por la pintura no era un capricho. Su madre sufrió un shock cuando un Iñaki de seis o siete años cogió una de las sábanas del ajuar para utilizarlo como lienzo. Y su padre también, un reconocido y prestigioso maestro armero, que descubrió que su despacho de reuniones era el taller clandestino de su pequeño hijo artista, por algunas huellas olvidadas en la moqueta.

Desde entonces Iñaki comprendió las dificultades por las que tendría que pasar si quería dedicarse a ese mundo. Once detenciones en París, persecuciones, multas e incautaciones de materiales ya en España, le demostraron que esa situación no iba a cambiar una vez de mayor. Pero no se rindió y su perseverancia trabajando por las noches para que su obra creciese, hicieron comprender que él no era un vándalo. “Respeto cualquier tendencia artística, sería estúpido que yo no lo hiciese”, comenta, “pero no veo bien los ´te quiero` o los insultos en la pared; porque nos perjudican a todos los que nos dedicamos a esto”, explica.

Pero en un principio no enfocó su carrera al arte de la pintura, sino que en sus comienzos Iñaki se decantó por la escultura. Era un alumno con talento. Con apenas 19 años –en prórroga para la mili-, personal del ayuntamiento seleccionó una de sus esculturas para colocarla en una de las plazoletas vecinales de la Calle de La Alberca, en Salamanca. 

Allí sigue, después de casi treinta años, sin una placa, sin una identificación. Una escultura anónima, como una sombra. Una sombra que esconde una historia. La historia de Iñaki, el artista constructivista.

Autor: Kike Gómez (@kikeastilla).  Fotógrafo y Licenciado en Periodismo. Ha trabajado para La tribuna de Guadalajara, DEIA, El Norte de Castilla y publicado diferentes reportajes sobre Palestina y otros textos en Diagonal, Rebelion.org, Tercera información o Zmagazine (EE.UU).  También ha publicado la novela El ruido de la luz.






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