Son muchas las cosas que en su vida Iñaki ha
dejado escapar. Aquella gatita que le acompañaba en sus noches bajo un puente
del Sena en París, o en la
Iglesia de San Martín en Tours (Francia); su familia –su
mujer y su hija-; sus amistades; muchas de sus obras, abandonadas por miles de
lugares de Europa; pero ya no quiere perder más cosas, y algo que guarda con
celo es su “don” con el que pretende seguir alegrando las calles de las
ciudades por las que pasa. “Me enriquece el contacto con la gente. Mis obras
son para el disfrute de todo el mundo”, dice.
Sus padres pronto descubrieron que su pasión por
el arte y por la pintura no era un capricho. Su madre sufrió un shock cuando un
Iñaki de seis o siete años cogió una de las sábanas del ajuar para utilizarlo
como lienzo. Y su padre también, un reconocido y prestigioso maestro armero,
que descubrió que su despacho de reuniones era el taller clandestino de su
pequeño hijo artista, por algunas huellas olvidadas en la moqueta.
Desde entonces Iñaki comprendió las dificultades
por las que tendría que pasar si quería dedicarse a ese mundo. Once detenciones
en París, persecuciones, multas e incautaciones de materiales ya en España, le
demostraron que esa situación no iba a cambiar una vez de mayor. Pero no se
rindió y su perseverancia trabajando por las noches para que su obra creciese,
hicieron comprender que él no era un vándalo. “Respeto cualquier tendencia
artística, sería estúpido que yo no lo hiciese”, comenta, “pero no veo bien los
´te quiero` o los insultos en la pared; porque nos perjudican a todos los que
nos dedicamos a esto”, explica.
Pero en un principio no enfocó su carrera al arte
de la pintura, sino que en sus comienzos Iñaki se decantó por la escultura. Era
un alumno con talento. Con apenas 19 años –en prórroga para la mili-, personal
del ayuntamiento seleccionó una de sus esculturas para colocarla en una de las
plazoletas vecinales de la Calle
de La Alberca,
en Salamanca.
Allí sigue, después de casi treinta años, sin una placa, sin una
identificación. Una escultura anónima, como una sombra. Una sombra que esconde
una historia. La historia de Iñaki, el artista constructivista.
Autor:
Kike Gómez (@kikeastilla). Fotógrafo y
Licenciado en Periodismo. Ha trabajado para La tribuna de Guadalajara, DEIA, El
Norte de Castilla y publicado diferentes reportajes sobre Palestina y otros
textos en Diagonal, Rebelion.org, Tercera
información o Zmagazine (EE.UU).
También ha publicado la novela El ruido de la luz.